“El muelle de Puerto del Rosario es el termómetro de la isla en cuanto a abastecimiento. Por todo, hasta por el cemento”. Son palabras de Juan Francisco Herrera, que acaba de acogerse a la prejubilación tras más de treinta años de servicio en la Autoridad Portuaria.
Nacido en 1960 en Puerto Lajas, comenzó a trabajar con apenas 20 años y, tras casarse muy joven, encadenó varios oficios hasta que en 1991 superó una oposición para guarda muelles. “Entré el 15 de enero de 1991. Cuando yo empecé había seis trabajadores para todo el muelle”, recuerda echando la vista atrás.
De aquellos días de carga y descarga manual, pasando por el control del tráfico portuario en un muelle todavía pequeño, a las operaciones actuales con grúas de 33 metros y más de 1.200 escalas anuales, Juan Francisco ha sido testigo privilegiado de la evolución del puerto. “Aquí entra todo: alimento, construcción, ropa… todo lo que tenemos en Fuerteventura, que no se fabrica, viene por el puerto”, explica. También los turistas.

Un puerto que se hizo grande
En los años noventa, los principales buques que llegaban eran de la compañía Transmediterránea que conectaban Lanzarote y Las Palmas, además de cargueros de tomate y pequeños contenedores.
Hoy el panorama es muy distinto. Cruceros con miles de personas a bordo, buques de mercancías y petroleros conviven en un espacio que se ha quedado pequeño, reconoce. “Ahora mismo, esta mañana ya vamos por la escala 1.200 de barcos que han venido a hacer la estiba y desestiba desde enero”, detalla.
Las cosas han cambiado notablemente. En sus inicios, había seis empleados para “hacer de todo, trabajos administrativos, de carga de descarga….”. Ahora ya en la oficina había tres personas, en la Policía Portuaria 28, “hay un jefe de mantenimiento, una jefa de electricidad…” enumera repasando en la memoria los rostros de quienes, hasta ahora, han sido sus compañeros a diario.

Retos y futuro inmediato
Juan Francisco dice adiós lamentando no visto solucionado uno de los problemas más acuciantes que provoca gran malestar a la ciudadanía en las horas tempranas. El ruido del barco de Armas sobre las cinco de la mañana constituye la mayor parte de las denuncias que le llegan de los vecinos cercanos. Un problema que “se tiene que solucionar con electricidad desde tierra, porque el Armas es un buque viejo y los transformadores no están preparados”.
Ahora, confía en que tras el acuerdo de la naviera con Baleària se modernice la flota y no haya que lamentar más ruido.
El futuro también pasa por la ampliación del muelle puesta en marcha recientemente y que va a posibilitar ampliar “300 metros más en la punta”. Una medida que facilitará el atraque de dos cruceros a la vez. Y no solo eso, recalca, sino que se liberará espacio, mejorará la seguridad y evitará que los petroleros bloqueen durante días la operativa del muelle actual.
Con las obras, también mejorará la seguridad de los pasajeros de los cruceros que ya no deberán transitar debajo de las grúas de más de 30 años que caracterizan al recinto.

El muelle capitalino: todo un mundo a descubrir
Tras más de tres décadas en el puerto, dos de ellas como responsable de operaciones, reconoce que le cuesta dejar atrás el muelle. “Sobre todo a los compañeros, a los prácticos, esto es todo un mundo, el día a día aquí, con mucha gente, que sabe que es fuertillo el tema”, reconoce emocionado este majorero afable de talante conciliador.
Una virtud que reconocen quienes estuvieron con él a lo largo de los años. Fue el hombre en quien confiaban desde todos los estamentos y quien hacía que el puerto funcionara con precisión, aseguran en declaraciones a La Voz de Fuerteventura.
En especial, destacan "su amor y dedicación al puerto", además de su compromiso, entrega y responsabilidad que "hicieron que de su labor un ejemplo a seguir para todos". Hacen especial hincapié no solo en su capacidad de trabajo y en su experiencia, sino su calidad humana, "siempre dispuesto a tender una mano, con una palabra amable y una actitud positiva que generaba compañerismo y respeto".

Juan Francisco se va con la certeza de haber sido parte esencial de una infraestructura que sostiene la vida de la isla. “Aquí hay todo un mundo aquí dentro. Y no lo conocemos el resto”, concluye instando a echar una mirada y a apostar por una de las infraestructuras más importantes de Fuerteventura.