El dolor de Lola Monjero no mengua. Siete años después de la muerte de su hijo Pedro en el Hospital General de Fuerteventura, esta madre sigue esperando que la justicia determine si hubo responsabilidades penales en un proceso que ella describe como “una suma de fallos” que desembocaron en una tragedia evitable.
El juicio, previsto para hace unas semanas, ha vuelto a suspenderse. El motivo es que los peritos no podían asistir a las tres jornadas señaladas por la jueza.
La Fiscalía solicita penas de dos años y medio de prisión para cinco médicos: tres facultativos de Urgencias, un especialista digestivo y un cirujano. Además, uno de los profesionales implicados —el anestesista que participó en la intervención quirúrgica— está en busca y captura, al no haberse presentado a declarar. La familia ha pedido que el juicio avance sin él si continúa desaparecido.
Una prueba dudosa y un tratamiento que no debió administrarse
Pedro llegó a Fuerteventura con diagnóstico previo de enfermedad de Crohn. Su especialista en la isla decidió administrarle un tratamiento inmunosupresor que reducía sus defensas y exigía descartar previamente infecciones como la tuberculosis. Pero la prueba realizada —la conocida Mantoux— no ofreció un resultado claro. “Parece ser que en medicina no hay el término dudoso… Si esta prueba no es concluyente, tendrán que hacerle otra”, lamenta Monjero.
No se hizo. Aun así, el tratamiento se inició.
Poco después, a finales de noviembre de 2017, Pedro comenzó a padecer fiebres muy elevadas, de hasta “39,8 o 40 grados”, además de un deterioro generalizado. En cuatro ocasiones acudió a Urgencias.
En una de ellas fue diagnosticado de una infección de orina pese a que, según su madre, “las analíticas, las flechas iban arriba y abajo todas… No tenía nada en sus parámetros normales”. También desconcertó el diagnóstico al joven que manifestó a su madre, “mamá, me dicen que tengo una infección de orina, pero yo no tengo una infección de orina”.
A pesar de las dudas, fue mayor la confianza de ambos en su especialista digestivo —que lo atendió tanto en Urgencias como en consulta— , por eso, la familia aceptó seguir el tratamiento pese al empeoramiento. “Es lo mejor que hay, hay que darle tiempo”, le repitió el médico el 9 de enero, días antes de que Pedro empeorara drásticamente
Una operación tardía y un diagnóstico devastador
El 29 de enero de 2018, Pedro llegó al hospital en condiciones muy graves, sangrados, pérdida de peso extrema y un estado de deshidratación evidente. Fue ingresado y, al día siguiente, operado.
El cirujano que intervino comunicó a la familia que el intestino delgado presentaba “múltiples microperforaciones”, lo que lo obligó a retirarlo casi por completo. Tras la operación, Pedro pasó una semana en planta sin mejorar.
El 5 de febrero, lo derivaron a la UCI y allí conocieron el fatal diagnóstico. “Tu hijo tiene una neumonía bilateral… y tiene una tuberculosis y ya la tiene en la médula y no van a poder hacer nada por él”.
Pedro falleció el 18 de febrero de 2018. “Mi hijo no tenía que estar muerto”, repite hoy la madre, apoyándose en el informe forense y en la investigación judicial, que concluyen que la muerte pudo haberse evitado.
“Nadie me dio una explicación”
Más allá de la pérdida, Lola denuncia el desamparo absoluto que sintió en el hospital. “Nadie me dio una explicación… Desaparecido todo el mundo”. Pese a pedir una reunión con responsables, lo único que consiguió fue hablar con “la jefa de las enfermeras, que ni sabía ni había visto a mi hijo en la vida”, afirmó todavía hoy dolida.
A su juicio ha existido un patrón de falta de atención y coordinación. “Han pasado por un montón de médicos que nadie ha mirado una analítica, nadie ha mirado un informe…”. Hoy siente que su lucha no es solo por Pedro, sino por evitar que otros pacientes vivan situaciones similares, “no quiero que ningún niño vuelva al hospital y se encuentre en esta situación”, recalca.
El duelo suspendido
La emoción se hace evidente en toda la entrevista, es imposible evitar caer las lágrimas al recordar al hijo que ya no está.
Lola no pide cárcel para los responsables, “es Fiscalía”, recalca. "Estamos en segunda instancia porque en la primera, la jueza aquí dijo que no veía indicios de delito, pero en Las Palmas si que han visto indicios", subraya.
Ella pide saber la verdad. “Solo busco justicia”.
Lola está agotada y con necesidad de cerrar este capítulo, “dejar volar a Pedro” y centrarse en el duelo. “Yo necesito liberarme de esta carga”, confiesa, al tiempo que reconoce, “aún tengo la sensación de que lo tengo aquí sujeto por una mano hasta que esto pase”.
