La “fiebre del vino” en Fuerteventura produce treinta hectáreas de viña en ocho años

Un centenar de productores elabora vino en la Isla combatiendo el cambio climático y la falta de agua. Un sector en auge que persigue tener una Denominación de Origen propia y que confía para ello en la uva majorera. Una variedad única en el mundo que se está estudiando.

En apenas ocho años, Fuerteventura ha plantado casi 30 hectáreas de viñedo, recuperando una tradición que nunca desapareció. “Nunca ha muerto del todo, porque siempre ha habido alguien en los pueblos que ha hecho su vinito y ha mantenido la viña”, recordaba Pedro Martín, viticultor y propietario de Bodegas Conatus, en la tertulia de La Voz de Fuerteventura, en Radio Insular.

Fue el enólogo Alberto González quien empezó dando cursos, y a partir de ahí comenzó “la fiebre en Fuerteventura”, destacaba el bodeguero, recordando también a productores como Antonio Sánchez o Andrés Chocho.

Hoy, la isla cuenta con casi un centenar de productores y alguna productora, que están devolviendo a la isla su antiguo esplendor vitivinícola. Y es que, como apuntó la técnico en elaboración de vinos, Tanaira Rodríguez, Fuerteventura tiene datos históricos del cultivo del viñedo. Llegó a tener una de las superficies mayores de cultivo de viña de Canarias, llegó a tener más viñedo que Lanzarote, o sea que fue una potencia vitícola en el archipiélago”, subrayó.

De momento, son pocas las mujeres que están apostando por recuperar las gavias de sus antepasados. Uno de esos casos es el de Almudena Montserrat, creadora del vino Aires de Tefía, que ha devuelto el cultivo a la finca de sus abuelos. “Solo me quedaban dos parras... y empecé a recuperar e ir plantando”, explicó.

Su proyecto, aunque más artesanal que el de Pedro con Conatus, forma parte de una tendencia creciente que combina pasión, sostenibilidad y conexión con la tierra.

Cada cual a su manera en el marco de la asociación El Majuelo donde “vemos muchísima variedad, y donde compartimos, sobre todo, ilusión”.

La entidad juega un papel fundamental como punto de encuentro entre viticultores de toda la isla. “Desde el primer momento que se pensó en recuperar el viñedo, nació la asociación. Ha ido acompañando a los productores durante todo el camino”, destacó Rodríguez, también ingeniero agrícola, sumiller, maestra de almazara y asesora de la organización, poniendo de relieve “la importancia de compartir conocimiento, formación y experiencias”.

Entre los retos más destacados en Fuerteventura, el principal es la falta de agua. “Si hubiera agua suficiente, la isla crecería mucho más en viñas”, subrayó Martín. “El agua es el hándicap más importante. Asegurar la supervivencia del viñedo y las nuevas plantaciones es clave”, insistió Tanaira sumándose al colectivo en una demanda a las autoridades para que, tal y como están desarrollando el CAAF y Seiasa en el sur para beneficiar a cerca de 300 regantes, en el norte también se apueste por una red de regadío con agua agrícola. “Si esperamos tanto tiempo como hemos esperado para empezar este, va a ser terrible”, advirtió Pedro urgiendo a acelerar el procedimiento.

Durante la tertulia también se abordó la importancia de la Denominación de Origen Islas Canarias. Fue la Bodega Conatus la primera en Fuerteventura en adherirse al distintivo pero ya hay otras tres bodegas más que han seguido el camino.

Ahora, la idea es seguir potenciando el sector y mirar hacia una Denominación de Origen insular. “Si lográramos que hubiéramos diez dentro de la DO Islas Canarias, sería un paso para tener una DO Fuerteventura, que yo creo que es fundamental”, afirmó Pedro.

Uva majorero, única en el mundo

Una baza potente para ello es la “majorera”, una variedad de uva única en el mundo, ya confirmada como autóctona y actualmente en fase de estudio. “Contar hoy con una variedad que no se había descubierto antes y que se mantuvo conservada como un tesoro oculto en un barranco, es porque realmente tenía una importancia”, explicó Tanaira. Su valor diferencial podría ser la llave para lograr el reconocimiento oficial del vino majorero como producto con identidad propia.

Mientras tanto, los bodegueros apuestan por el enoturismo como vía de crecimiento económico en una Isla donde producir resulta muy caro y las botellas aunque se venden a buen precio no dejan márgenes de beneficio apenas.

Por eso, Pedro Martín lo tiene claro: “No se trata solo de vender vino, sino de ofrecer una experiencia vinculada al territorio”. Su bodega ofrece visitas guiadas, catas y próximamente eventos culturales y gastronómicos. “Lo que hacemos es enseñarles la viña, contarles cómo se hacía antiguamente, y que vivan una experiencia única con nuestros productos”, detalló.

Ese tipo de iniciativas responden también a una necesidad de cambio en el modelo turístico. “El proyecto de Fuerteventura debería ser recuperar el buen cliente que empezó a venir a la isla, con más educación, más cultura y más respeto”, reclamó Pedro. En esta línea, Rodríguez recalcó que “vincular una botella de vino con una experiencia, con un territorio, fideliza al visitante y fomenta un turismo responsable”.

Almudena Montserrat, por su parte, apuesta por un modelo de turismo auténtico, vinculado al territorio. “Lo ideal, hazte un tour por Fuerteventura, conoce Fuerteventura, bebe vino en Fuerteventura”, afirmó.

Desde su finca en Tefía, donde combina alojamiento rural con catas al atardecer, defiende que el vino debe disfrutarse “en su territorio”, como parte de una experiencia que conecte al visitante con la tierra, los sabores y la identidad majorera.

Este año, la cosecha no será abundante, pero se confía en ganar en calidad.  “Lo más importante es que vamos a tener vino de Fuerteventura para brindar”, concluyeron con entusiasmo invitando a la ciudadanía a conocer los caldos de la isla, las bodegas y ¿por qué no?, plantar alguna viña si se tercia.