Hannelore Von der Twer: "El turismo rural lo hacen personas que trabajan con el corazón"

Hannelore von der Twer
Guía, caminante, activista y apasionada defensora del turismo rural, Hannelore Von der Twer fue pionera, hace décadas, en enseñar cómo mirar la isla más allá del sol y la playa. Ahora, sueña con ver convertida Betancuria en Patrimonio de la Humanidad.

"No puedo quedarme sentada viendo la tele y comiendo”. A sus más de 70 años, Hannelore Von der Twer no se detiene. Llegó a Fuerteventura por primera vez en 1975 “casi por casualidad”, enviada por la agencia de viajes alemana para la que trabajaba, y desde entonces nunca dejó de volver. En 1986 se instaló definitivamente. Desde entonces, ha caminado la isla, la ha estudiado y, sobre todo, la ha contado.

“Quería enseñar el alma de la isla”, afirma. Y lo hizo diseñando 28 rutas de senderismo, escuchando a los mayores, hablando con turistas, guiando caminatas. Fue pionera en proponer excursiones con contenido geológico, histórico y cultural en un destino centrado en “sol y playa”. “Aquí antes se decía que no había nada. Pero en ese ‘nada’ está todo”, explica entusiasmada en una entrevista en el programa La Voz de Fuerteventura, en Radio Insular.

Tras dejar su labor profesional, continúa recorriendo la isla y compartiendo pasiones y conocimiento. Con el grupo ‘Otoño de Oro’, formado por alemanes mayores vinculados a la isla, sigue transitando senderos y divulgando su saber. “La mitad escucha y aprende, la otra mitad habla sin parar —bromea—, pero a todos les gusta”.

Recientemente participó en el XVI Congreso Nacional de Turismo Rural celebrado en Gran Canaria; un segmento turístico que hay que promover, destaca, porque “el turismo rural es cara a cara, de corazón a corazón. No como las viviendas vacacionales donde el turista entra con un código y no ve a nadie”.

Hannelore es también una observadora crítica. Denuncia la basura, los espacios cerrados —como el Museo del Pescador o la Casa Alta de Tindaya—, y hasta la acumulación de colillas en los alrededores del hospital. Cada vez que detecta algo que falla, no duda: “Llamo al alcalde, al consejero o a quien haga falta”, insiste, en el empeño de que la Isla luzca bonita.

Ahora se ha embarcado en un nuevo proyecto: las rutas del vino. “Me encanta beber vino, claro, pero también descubrir el paisaje que se embotella en cada copa”, dice. Ha entrevistado a más de 15 productores y diseña caminatas que terminan en bodegas con producto local. “Queremos que la gente conozca que aquí también hay viticultura, esfuerzo y cariño por la tierra”.

Von der Twer sueña con que Betancuria sea declarada Patrimonio de la Humanidad. Ha contribuido a restaurar eras con financiación ciudadana y quiere que se reconozca a quienes han apoyado con su nombre grabado en piedra. “Betancuria fue la primera capital, el primer obispado, el primer convento. ¿Por qué no luchar por ello?”

Al echar la vista atrás, no duda: “Antes había más corazón. Ahora hay más ruido”. Pero su compromiso no ha cambiado, “quiero dar a la isla todo lo que pueda. Estoy feliz aquí”, finaliza.